Trastornos músculoesqueléticos: Cómo reducir bajas laborales por ergonomía deficiente

Los trastornos músculo-esqueléticos (TME) son una de las principales causas de ausentismo y pérdida de productividad en el entorno laboral. Afectan músculos, nervios, tendones, ligamentos y articulaciones, y suelen desarrollarse por la exposición prolongada a factores de riesgo como malas posturas, movimientos repetitivos, manipulación manual de cargas o estaciones de trabajo mal diseñadas. Aunque muchas veces pasan desapercibidos en sus primeras etapas, pueden evolucionar hacia lesiones crónicas incapacitantes.
Se estima que más del 60% de las enfermedades ocupacionales en América Latina están relacionadas con TME, especialmente en sectores como manufactura, salud, construcción, agricultura y oficinas administrativas. Entre las afecciones más comunes se encuentran la lumbalgia, el síndrome del túnel carpiano, tendinitis, epicondilitis y dolores cervicales.
La ergonomía, entendida como la disciplina que adapta el trabajo a las capacidades físicas y cognitivas de las personas, es una herramienta clave para prevenir estos trastornos. Sin embargo, aún existen importantes brechas en su aplicación práctica dentro de muchas organizaciones, lo que deriva en un elevado número de bajas laborales, disminución del rendimiento y aumento de los costos médicos y compensaciones laborales.
Reducir la incidencia de TME requiere una intervención integral desde la gestión organizacional, que incluya:
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Evaluación ergonómica de los puestos de trabajo, tanto en campo como en oficina, para identificar riesgos posturales, esfuerzos excesivos o movimientos repetitivos.
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Diseño adecuado del mobiliario y herramientas, ajustados a las características antropométricas de los trabajadores (altura, alcance, ángulos de trabajo, etc.).
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Rotación de tareas en labores que implican movimientos repetitivos o posturas forzadas, para evitar la sobrecarga de un mismo grupo muscular.
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Formación continua del personal sobre técnicas correctas de levantamiento, manipulación de cargas y uso de herramientas.
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Promoción de pausas activas, ejercicios de estiramiento y relajación muscular durante la jornada, especialmente en labores sedentarias o de alta repetición.
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Uso de equipos auxiliares como fajas, soportes ergonómicos, sillas ajustables, alfombrillas anti-fatiga o exoesqueletos, dependiendo del tipo de tarea.
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Seguimiento médico preventivo, incluyendo controles periódicos y atención oportuna ante los primeros síntomas musculoesqueléticos.
Uno de los errores más comunes en las empresas es asumir que la ergonomía se limita al confort del trabajador o que solo aplica a quienes pasan muchas horas frente a una computadora. La realidad es que una mala ergonomía puede causar lesiones tanto en tareas de oficina como en trabajos pesados o de precisión. La clave está en personalizar las soluciones y garantizar la participación de los propios trabajadores en el diseño de sus entornos laborales.
La reducción de TME no solo mejora la salud física del personal, sino que también contribuye a un entorno laboral más eficiente, con menos interrupciones y mayor motivación. Adoptar una cultura ergonómica es una inversión a largo plazo que se traduce en menores costos operativos, mejor desempeño organizacional y cumplimiento de las normativas de salud y seguridad en el trabajo.
En definitiva, prevenir los trastornos músculo-esqueléticos es una responsabilidad compartida que requiere compromiso, capacitación, tecnología y voluntad de cambio. Una empresa que cuida la ergonomía de sus trabajadores no solo protege su salud, sino que fortalece su sostenibilidad y competitividad en el tiempo.