Enfermedades ocupacionales emergentes: el caso de la fatiga visual digital

En la era digital, donde gran parte de las actividades laborales se realizan frente a pantallas, ha surgido una nueva preocupación para la salud ocupacional: la fatiga visual digital, también conocida como síndrome de visión por computadora (CVS, por sus siglas en inglés). Esta condición afecta a millones de trabajadores que pasan horas frente a monitores sin las pausas, condiciones ergonómicas o iluminación adecuada. Aunque no es nueva, se ha intensificado con la expansión del teletrabajo, la hiperconectividad y la digitalización acelerada del entorno laboral.
La fatiga visual digital se manifiesta a través de una serie de síntomas como ojos secos, visión borrosa, enrojecimiento ocular, dolor de cabeza, ardor, sensibilidad a la luz, dificultad para enfocar y, en algunos casos, dolor cervical o de hombros. Estos síntomas pueden disminuir la productividad, afectar la concentración e incluso interferir con el descanso después de la jornada.
Diversos estudios indican que entre el 60% y el 90% de las personas que usan pantallas más de 3 horas al día presentan algún grado de fatiga visual digital, y en muchos casos, estos síntomas se cronifican por la falta de intervención oportuna. Lo más preocupante es que esta condición se ha vuelto tan común que muchos trabajadores la consideran “normal”, sin saber que están enfrentando una enfermedad ocupacional que puede y debe prevenirse.
Las causas de esta fatiga son múltiples: el uso continuo de pantallas sin pausas, iluminación artificial inadecuada, bajo contraste visual, mala postura, uso excesivo de dispositivos móviles, y ausencia de filtros de luz azul. Además, trabajar en ambientes con aire seco o con ventilación artificial intensifica la sequedad ocular.
Desde la gestión de la salud ocupacional, es fundamental reconocer esta condición como un riesgo emergente y tomar medidas preventivas. Algunas de las estrategias recomendadas incluyen:
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Aplicar la regla 20-20-20: cada 20 minutos, mirar un objeto a 20 pies (6 metros) de distancia durante al menos 20 segundos.
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Ajustar el brillo y contraste de la pantalla para que se asemeje a la luz ambiental.
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Ubicar la pantalla a una distancia mínima de 50 cm y ligeramente por debajo del nivel de los ojos.
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Parpadear conscientemente para mantener la hidratación ocular.
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Usar lágrimas artificiales si hay sequedad.
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Aprovechar la luz natural y evitar reflejos en la pantalla, ajustando la posición del monitor.
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Fomentar pausas activas que incluyan movimientos oculares y estiramientos cervicales.
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Promover exámenes visuales regulares a los trabajadores expuestos a pantallas por largos periodos.
Además, es necesario que las organizaciones incluyan esta condición en sus evaluaciones de riesgo ergonómico y visual, integrándola en los programas de vigilancia de salud ocupacional. La capacitación y concientización del personal también es clave: muchos síntomas pueden prevenirse simplemente con mejores hábitos frente al computador.
En conclusión, la fatiga visual digital no es un mal menor ni exclusivo de quienes trabajan en oficina. Es una enfermedad ocupacional emergente, con consecuencias reales en el bienestar y el rendimiento laboral. Ignorarla es exponer al trabajador a un deterioro paulatino de su salud visual; prevenirla, en cambio, es una muestra clara de responsabilidad organizacional en la era digital.